miércoles, 7 de abril de 2010

Trámites institucionales

Existen dos maneras de ser publicado a la primera en una editorial nacional como Era o el FCE: una es escribir algo realmente bueno que impresione a los editores como para apostar por un desconocido; la otra es tener dinero y cierta fama, lo cual asegura la distribución y venta inmediata del libro. Como yo no he escrito una obra maestra y soy definitivamente pobre, hago mis pininos literarios con las becas para jóvenes creadores que concede el gobierno.

Escribo mi primer libro de cuentos y el estímulo económico sirve para comprar libros y asistir a talleres de formación, con el fin de entregar reportes de calidad. Uno puede leer varios libros que valgan la pena, tomar cursos con escritores y académicos, corregir los textos y empeñarse en hacer el trabajo lo mejor posible, pero habrá quienes piensen que estamos chupando la sangre y los recursos del gobierno. Para la tercera ministración, entregada hace más de mes (luego de dos de retraso), cometí el error de no cobrar a tiempo. En ventanilla rebotaron mi cheque porque la cuenta no tenía fondos, y ahí empezó el martirio de los trámites institucionales.

En una organización gubernamental, hay gente que se ocupa de todo: uno es el encargado del proyecto, otro tiene los cheques, otro más firma la liberación del recurso, el siguiente aprueba los documentos pertinentes y el último archiva el testimonio de la ministración. Para recoger el pago correspondiente fuera de las fechas convencionales y relativas, hay que acudir con cada uno de ellos y escuchar la negativa: “no hay dinero”, “no salió el recurso”, “el licenciado no está”, “el ingeniero acaba de salir”, “el contador está en junta”, “Chuchita fue a sacar copias”, “venga al rato”, “regrese en la tarde”, “nosotros le llamamos”, “para qué no cobra a tiempo”.

Es necesario respirar profundo después de las negativas y aceptar sus condiciones, o no habrá dinero para libros y talleres. Lo mismo existe gente amable que se preocupa por las actividades de los becarios y la entrega puntual del recurso, como otros que nos ven por debajo del hombro y risa burlona del otro lado su escritorio. Personificaré el ejemplo con secretarias: en la tarde, mientras sopla el viento para mitigar un poco el calor infernal de la ciudad, una amable señora me ofrece silla para esperar cómodamente la negativa que ya imaginaba camino al Departamento de pagos a becarios. La tierna señora forra los cuadernos de su nieta mientras atiende con amabilidad el conmutador.

Lo contrario sucede en la mañana, llegando a los 40°C y con otra secretaria que me mira con desprecio, ofreciéndome un pedazo del escalón limpio por donde suben y bajan administrativos, porque la silla de espera está ocupada por su bolsa de mano. Al medio día, harta de mi presencia al no poder hojear su catálogo de zapatos a gusto, le dice en el idioma de la P a la chica de las fotocopias: espes tospos chapa mapa cospos, quepe sepe ponpon ganpan apa trapa bapa jarpar depe verper dadpad ypi depe jenpen depe hapa cerper lipi bripi tospos depe menpen tipi ripi taspas.

La mujer no perdió oportunidad de preguntarme si me dedicaba a algo de provecho: no, paso el día acostada en mi hamaca bebiendo cerveza y fumando mientras veo la tele, con lo de la beca me alcanza para darme esa vida y hacer mis cuentos un día antes de entregar el reporte. No lo hice, dije la verdad sobre los horarios de universidad, servicio social y trabajos donde gano lo justo para comer.

Por la tarde, la secretaria amable me enseñó dos puntadas nuevas por si quería tejer una bufanda y probé los brownies que hizo para la fiesta de su nieta; al medio día cierta mujer decía por teléfono en el idioma de la P que tenía que lidiar con una becaria desempleada que no pudo cobrar su cheque a tiempo. Mi libreta de gastos registró cuarenta y dos pasajes de camiones urbanos durante el tiempo que recibí las llamadas para ir por el recurso y obtener la amable negativa de la persona a la que le tocaba dármela.

Ahora ya tengo el pago que me corresponde, destinado a financiar el viaje del encuentro de jóvenes escritores e investigadores. Mi piel se ha obscurecido cuatro tonos o más, conozco mejor que nadie la escalera del Departamento de pagos a becarios y domino a la perfección el idioma de la P.

martes, 23 de marzo de 2010

Políticamente famosas

La televisión nos ha entregado las historias de amor más conmovedoras, melosas y dramáticas que podamos ver, ya que la mayoría de las personas prefiere el horario estelar de las telenovelas que las miles de palabra de un libro con igual o mucho mejor argumento.

Habrá señoras, adolescentes y niñas que lloren de felicidad cuando la protagonista (después de trescientos capítulos) se bese con el galán mientras aparece la palabra FIN, porque su amor ha vencido adversidades. Son hermosas y talentosas, se merecen la vida de princesas modernas a lado de hombres ricos, famosos y, con suerte, guapos.

Esas son las telenovelas, pero los medios de comunicación también siguen de cerca la vida de personas reales, otras mujeres a quienes les sucede exactamente lo mismo. Quizá lo nieguen, pero en el fondo saben que siempre desearon el reconocimiento de su país y el resto del mundo.


En el viejo continente

Recordemos cantidad de información y polémica que circuló cuando el heredero de la Corona española, Felipe de Borbón, decide casarse con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano. No recuerdo algún medio de comunicación que no haya sacado provecho de dicha noticia, ya que ella no provenía de la realeza.

Muchas mujeres de todas las edades se sintieron identificadas con esa historia de amor, la plebeya llegó a convertirse en princesa en una boda que fue transmitida a todo el mundo y donde asistieron mandatarios de varios países. Letizia es una princesa del siglo XXI, no ostenta vestidos al estilo de Luis XVI, pero es una de las mujeres famosas mejor vestidas y una imagen recurrente en las revistas de sociales.

Si bien la esposa de Felipe de Borbón ya era famosa en España por su labor como periodista, el matrimonio del presidente francés Nicolás Sarkozy con la cantante y ex modelo Carla Bruni, también fue noticia en el globo terráqueo. La popularidad del mandatario se ha elevado considerablemente, sobre todo durante sus visitas a otros países, ya que la mirada de la concurrencia no se posa en él, sino en los movimientos de Bruni.

Sin embargo, tener a una esposa divorciada y que se dedicaba al modelaje puede ser algo riesgoso, la publicación de fotos íntimas y desnudos de la Primera Dama se dieron a conocer con el fin de afectar su imagen. La fama cuesta, y al matrimonio francés le resultó en un escándalo social, mundial y a fin de cuentas, de cotilleo.




De México para el mundo

Si de historias de amor se trata, un actual ejemplo es la relación del gobernador del Estado de México y la famosa actriz de televisión Angélica Rivera. A esta mujer la vi por primera vez en una telenovela durante 1995, llamada “La Dueña”. Como el título lo sugiere, la historia trataba de una mujer (maltratada por la vida y las traiciones), poseedora de una fortuna, tierras y dinero, que encuentra el amor en otro hacendado menos rico que ella.

El carácter recio de La Dueña y sus sentimientos hacia el galán hacen que el romance triunfe sobre la maldad. Quién diría que años más tarde sería la flamante novia y prometida del gobernador Enrique Peña Nieto, carta fuerte del PRI para ganar las elecciones presidenciales del 2012. No es que ella sea una plebeya y él un príncipe, lo cierto es que su historia de amor conmueve a las masas populares.

A las televidentes (votantes) que estuvieron de lado de Rivera cuando luchaba ante las adversidades de los villanos en las novelas del horario estelar les gustaría que ella, La dueña, La gaviota o Ángela sea la Primera dama de nuestro país, que haga obras de beneficencia y ayude a los pobres.

La hemos visto no sólo a través de nuestras pantallas, sino también promoviendo el voto y en los cierres de campaña de otros candidatos políticos. Es válido, al pueblo hay que darle lo que le gusta y es identificarse con una historia de amor. Para la protagonista de las telenovelas es justo cumplir su sueño de ser la esposa del Presidente de la República.

Claro, a él tampoco le perjudica la promoción que la imagen de Rivera aporte a su campaña porque sabe que ella tiene admiradoras (y admiradores, clubes de fans) que la apoyarán incondicionalmente, sobretodo después de la futura boda con Peña Nieto y las votaciones para ganar la entrada a Los Pinos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Carta al joven escritor


Para J. Ordaz, por contarnos su tergiversada historia



Estimado Cosme:

Déjeme felicitarlo otra vez por sus maravillosos textos, no me he perdido uno sólo desde que los publica en esa importante revista virtual. Ah, también lo he seguido en los recientes blogs, el personal y los colectivos, y en el periódico donde colaboraba una vez al mes. Yo soy el que deja los comentarios chistosos y a veces sarcásticos. Creo que soy uno más de los hombres de mediana edad que navegan en Internet a horas de trabajo desde la oficina, donde dirijo una empresa de telecomunicaciones muy importante (perdón por no ser modesto).

Le confieso, señor Cosme, que cuando lo leo me imagino protagonista de sus historias: soy yo el que besa a la mujer más hermosa, quien sale victorioso de una pelea de cantina o el apostador más suertudo de la mesa. Me cuesta creer que todo le haya sucedido a usted, mi estimado, pero seguro habrá motivos para que así sea.



Hace seis meses estaban a punto de echarlo del departamento que renta, sinceramente es una pocilga. Lo supe por casualidad, señor Cosme, ese departamento me pertenece, lo mismo que muchos en diferentes colonias de la ciudad. Le dije al encargado que no lo echara a la calle, y entonces le dieron tres semanas para pagar lo acumulado. También pedí que omitieran el disgusto de algunos vecinos por las fiestas que usted organiza, donde corren el alcohol y las mujeres bellas (imagino que todas lo admiran por ser tan simpático, original y hasta cierto punto, atrevido).

El mes pasado, cuando fue vetado de la publicación mensual en el periódico, por destrozar con sus comentarios y calumnias respecto a drogas la vida de dos adolescentes (una de ellas es la hija menor de mi compadre), usted se fue a un bar, donde terminó en pleito con otro hombre. Cuando lo llevaron preso, yo impedí que lo golpearan en la cárcel. Se preguntará por qué, y es muy sencillo: me cae bien.

Cosme, usted es joven pero tampoco un adolescente. No debería escribir esas atrocidades de su ex esposa (que resulta ser mi sobrina, y con la que estuvo casado sólo por dos meses) porque podría meterse en serios problemas. Mientras yo vivía en Londres empecé a leer sus textos por petición de ella; me gustan, no he de negarlo, usted tiene encanto y gracia para hacer reír o reflexionar a alguien para quien el aburrimiento es una costumbre.

Frente a su departamento hay una camioneta verde con tres hombres, ellos lo cuidan para que ningún otro loco (que no sea yo) le haga daño. Recuerde que la Ciudad de México puede ser un lugar muy peligroso. Ah, no se preocupe por llamar a la policía, es inútil; mejor ocúpese en escribir y hacerme reír como siempre. No se asuste, querido Cosme, un hombre tan desvergonzado como usted, que evoca a mi sobrina cada vez que la misoginia se lo permite no debe tener miedo a alguien como yo, que sólo leo, analizo y decido la suerte de algunas personas.

Siempre dice que sueña con ganarse el Premio Herralde, el Alfaguara, Tusquets o cualquier otro que le dé mucho dinero y viajes por el mundo. Tranquilo, mi estimado Cosme, si se porta bien y sigue haciéndome reír tanto con su elocuencia (sin seguir metiendo a su ex esposa en esto) alguien importante le hará el favor de considerar sus textos. Yo le seguiré leyendo y comentando por Internet. Sé que le gusta mucho salir en pequeñas publicaciones y ser alabado por su club de fans (en el cual me incluyo), pues bien, eso es lo que hará el resto de su vida, joven escritor, aquí en la Ciudad de México o desde cualquier otro recoveco de la república.

Por favor, aproveche todos sus años de estudios de literatura (y lenguas), las charlas con importantes figuras de moda en las letras mexicanas, y uno que otro chisme en el ambiente bohemio.

Esperando seguir leyéndolo, le envío mis mejores deseos y un fuerte apretón de manos. Con afecto, su más grande admirador.


domingo, 31 de enero de 2010

Terceros en discordia



Para los novios que prefieren el joystick
Antes había declarado que mi relación con la tecnología no era buena; hoy lo reafirmo. A pesar del poco talento que poseo en el dominio de aparatos de alta fidelidad, no deja de sorprenderme que día a día salen al mercado versiones 2.0 de artículos que superan al anterior y desempeñan tareas extremadamente complejas o tan absurdas como para tener un infarto de la risa (como los excusados de oriente que pulen zapatos con el fin de ahorrar tiempo).

La semana pasada hablé con el público lector acerca del ocio y aquí se conjuntan los ingredientes para crear al titán que me interesa hoy: video juegos. Los que me conocen saben que mi capacidad en el área no va más allá del Tetris, Sonic o los mundos sencillos de Mario; pero hace un par de días me reencontré con uno que me hizo revivir la infancia de mediados de los 90´s: Street Fighter. Cuando conocí el juego, las fichas costaban cincuenta centavos (le decíamos quinientos, antes de cierta devaluación) y un par alcanzaban para algunas batallas callejeras antes de ser sorprendidos por el GAME OVER que exigía depositar otra ficha con ranuras o quedarse con las ganas de vencer al oponente. Incluso en las luchas entre niños durante la hora de salida en las primarias había quienes se nombraban Ryu o Ken.

La mente dispersa no me permitió volverme una adicta a la máquina como para quedarme con el cambio a la hora del mandado o perderme horas hasta que mi madre llegara furiosa a buscarme con regaños a la tienda (como sucedía con los vecinos de distintas edades y más tarde mi hermanito protagonizó dichas escenas) y dejé el Street Fighter para niños con mejor coordinación entre mente y dedos. Tampoco quise aprender artes marciales porque sabía que nunca iba a noquear a mi oponente con una patada voladora.

Eso hace más de una década y el ocio (tentación, pecado) no terminaba con mi mirada frente a una pantalla mientras los dedos apretaban botones y movían palancas: era más factible acabar leyendo una revista de cotilleo o contenido para mujeres “Cosmo” y darme cuenta que no siempre mienten. Muchos de sus artículos tratan de las relaciones de pareja: desde cómo conquistar, llevar un noviazgo, planes de boda, etc; hasta los motivos por los cuales una pareja de ensueño termina su idilio. Las escritoras “Cosmo” elaboran decálogos con el fin de procurar a sus lectoras una relación duradera y de calidad; entre sus sabias advertencias habrá una que concluya de esta manera: si regalas a tu pareja un video juego, prepárate para decir adiós.

Las infidelidades con otras mujeres siguen vigentes pero hay que tenerle un poco de miedo, respeto o desconfianza a las consolas de video juegos. El estrés es nuestro mal de nuevo siglo y un trabajador que está bajo presión desquita su coraje, cansancio y frustración frente a la pantalla con un disco de video juego, porque así equilibra la rara energía que circula en su cuerpo (comprobado científicamente, no sólo por las revistas de chisme). La pareja podría o no estar con otra mujer pero tiene el beneficio de la duda porque es cierto que pasará horas con sus amigos liberando el estrés con patadas ficticias de un experto en artes marciales o tratando de vencer a su oponente con un buen truco.

Si en un principio me reí de la preocupación de ciertas mujeres por estar al borde del divorcio gracias a la discordia generada por consolas (llámese Xbox, Wii o Play Station) ahora las comprendo porque me sedujo el lado oscuro y sucumbí ante las tentaciones de lanzar patadas voladoras y poderes a través del cuerpo de algún karateka famoso. En vida real no puedo noquear a quienes me sacan de quicio (incluyendo a la burocracia de la cual dependo con una beca que me da dolores de cabeza) pero podría fingir un poco que a través de Ryu extermino a cada uno de los que me han hecho mala cara.

Lo siento, feministas, ya habrá otro modo de cuidar sus relaciones y las apoyaré con el corazón porque estoy pensando seriamente en utilizar el aguilando que aún no me han dado en una consola de video juegos y así tener al sexo masculino de mi parte. El viejo refrán que dice “si no puedes contra tu enemigo, únetele” no se ha equivocado.