domingo, 31 de enero de 2010

Terceros en discordia



Para los novios que prefieren el joystick
Antes había declarado que mi relación con la tecnología no era buena; hoy lo reafirmo. A pesar del poco talento que poseo en el dominio de aparatos de alta fidelidad, no deja de sorprenderme que día a día salen al mercado versiones 2.0 de artículos que superan al anterior y desempeñan tareas extremadamente complejas o tan absurdas como para tener un infarto de la risa (como los excusados de oriente que pulen zapatos con el fin de ahorrar tiempo).

La semana pasada hablé con el público lector acerca del ocio y aquí se conjuntan los ingredientes para crear al titán que me interesa hoy: video juegos. Los que me conocen saben que mi capacidad en el área no va más allá del Tetris, Sonic o los mundos sencillos de Mario; pero hace un par de días me reencontré con uno que me hizo revivir la infancia de mediados de los 90´s: Street Fighter. Cuando conocí el juego, las fichas costaban cincuenta centavos (le decíamos quinientos, antes de cierta devaluación) y un par alcanzaban para algunas batallas callejeras antes de ser sorprendidos por el GAME OVER que exigía depositar otra ficha con ranuras o quedarse con las ganas de vencer al oponente. Incluso en las luchas entre niños durante la hora de salida en las primarias había quienes se nombraban Ryu o Ken.

La mente dispersa no me permitió volverme una adicta a la máquina como para quedarme con el cambio a la hora del mandado o perderme horas hasta que mi madre llegara furiosa a buscarme con regaños a la tienda (como sucedía con los vecinos de distintas edades y más tarde mi hermanito protagonizó dichas escenas) y dejé el Street Fighter para niños con mejor coordinación entre mente y dedos. Tampoco quise aprender artes marciales porque sabía que nunca iba a noquear a mi oponente con una patada voladora.

Eso hace más de una década y el ocio (tentación, pecado) no terminaba con mi mirada frente a una pantalla mientras los dedos apretaban botones y movían palancas: era más factible acabar leyendo una revista de cotilleo o contenido para mujeres “Cosmo” y darme cuenta que no siempre mienten. Muchos de sus artículos tratan de las relaciones de pareja: desde cómo conquistar, llevar un noviazgo, planes de boda, etc; hasta los motivos por los cuales una pareja de ensueño termina su idilio. Las escritoras “Cosmo” elaboran decálogos con el fin de procurar a sus lectoras una relación duradera y de calidad; entre sus sabias advertencias habrá una que concluya de esta manera: si regalas a tu pareja un video juego, prepárate para decir adiós.

Las infidelidades con otras mujeres siguen vigentes pero hay que tenerle un poco de miedo, respeto o desconfianza a las consolas de video juegos. El estrés es nuestro mal de nuevo siglo y un trabajador que está bajo presión desquita su coraje, cansancio y frustración frente a la pantalla con un disco de video juego, porque así equilibra la rara energía que circula en su cuerpo (comprobado científicamente, no sólo por las revistas de chisme). La pareja podría o no estar con otra mujer pero tiene el beneficio de la duda porque es cierto que pasará horas con sus amigos liberando el estrés con patadas ficticias de un experto en artes marciales o tratando de vencer a su oponente con un buen truco.

Si en un principio me reí de la preocupación de ciertas mujeres por estar al borde del divorcio gracias a la discordia generada por consolas (llámese Xbox, Wii o Play Station) ahora las comprendo porque me sedujo el lado oscuro y sucumbí ante las tentaciones de lanzar patadas voladoras y poderes a través del cuerpo de algún karateka famoso. En vida real no puedo noquear a quienes me sacan de quicio (incluyendo a la burocracia de la cual dependo con una beca que me da dolores de cabeza) pero podría fingir un poco que a través de Ryu extermino a cada uno de los que me han hecho mala cara.

Lo siento, feministas, ya habrá otro modo de cuidar sus relaciones y las apoyaré con el corazón porque estoy pensando seriamente en utilizar el aguilando que aún no me han dado en una consola de video juegos y así tener al sexo masculino de mi parte. El viejo refrán que dice “si no puedes contra tu enemigo, únetele” no se ha equivocado.