martes, 23 de marzo de 2010

Políticamente famosas

La televisión nos ha entregado las historias de amor más conmovedoras, melosas y dramáticas que podamos ver, ya que la mayoría de las personas prefiere el horario estelar de las telenovelas que las miles de palabra de un libro con igual o mucho mejor argumento.

Habrá señoras, adolescentes y niñas que lloren de felicidad cuando la protagonista (después de trescientos capítulos) se bese con el galán mientras aparece la palabra FIN, porque su amor ha vencido adversidades. Son hermosas y talentosas, se merecen la vida de princesas modernas a lado de hombres ricos, famosos y, con suerte, guapos.

Esas son las telenovelas, pero los medios de comunicación también siguen de cerca la vida de personas reales, otras mujeres a quienes les sucede exactamente lo mismo. Quizá lo nieguen, pero en el fondo saben que siempre desearon el reconocimiento de su país y el resto del mundo.


En el viejo continente

Recordemos cantidad de información y polémica que circuló cuando el heredero de la Corona española, Felipe de Borbón, decide casarse con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano. No recuerdo algún medio de comunicación que no haya sacado provecho de dicha noticia, ya que ella no provenía de la realeza.

Muchas mujeres de todas las edades se sintieron identificadas con esa historia de amor, la plebeya llegó a convertirse en princesa en una boda que fue transmitida a todo el mundo y donde asistieron mandatarios de varios países. Letizia es una princesa del siglo XXI, no ostenta vestidos al estilo de Luis XVI, pero es una de las mujeres famosas mejor vestidas y una imagen recurrente en las revistas de sociales.

Si bien la esposa de Felipe de Borbón ya era famosa en España por su labor como periodista, el matrimonio del presidente francés Nicolás Sarkozy con la cantante y ex modelo Carla Bruni, también fue noticia en el globo terráqueo. La popularidad del mandatario se ha elevado considerablemente, sobre todo durante sus visitas a otros países, ya que la mirada de la concurrencia no se posa en él, sino en los movimientos de Bruni.

Sin embargo, tener a una esposa divorciada y que se dedicaba al modelaje puede ser algo riesgoso, la publicación de fotos íntimas y desnudos de la Primera Dama se dieron a conocer con el fin de afectar su imagen. La fama cuesta, y al matrimonio francés le resultó en un escándalo social, mundial y a fin de cuentas, de cotilleo.




De México para el mundo

Si de historias de amor se trata, un actual ejemplo es la relación del gobernador del Estado de México y la famosa actriz de televisión Angélica Rivera. A esta mujer la vi por primera vez en una telenovela durante 1995, llamada “La Dueña”. Como el título lo sugiere, la historia trataba de una mujer (maltratada por la vida y las traiciones), poseedora de una fortuna, tierras y dinero, que encuentra el amor en otro hacendado menos rico que ella.

El carácter recio de La Dueña y sus sentimientos hacia el galán hacen que el romance triunfe sobre la maldad. Quién diría que años más tarde sería la flamante novia y prometida del gobernador Enrique Peña Nieto, carta fuerte del PRI para ganar las elecciones presidenciales del 2012. No es que ella sea una plebeya y él un príncipe, lo cierto es que su historia de amor conmueve a las masas populares.

A las televidentes (votantes) que estuvieron de lado de Rivera cuando luchaba ante las adversidades de los villanos en las novelas del horario estelar les gustaría que ella, La dueña, La gaviota o Ángela sea la Primera dama de nuestro país, que haga obras de beneficencia y ayude a los pobres.

La hemos visto no sólo a través de nuestras pantallas, sino también promoviendo el voto y en los cierres de campaña de otros candidatos políticos. Es válido, al pueblo hay que darle lo que le gusta y es identificarse con una historia de amor. Para la protagonista de las telenovelas es justo cumplir su sueño de ser la esposa del Presidente de la República.

Claro, a él tampoco le perjudica la promoción que la imagen de Rivera aporte a su campaña porque sabe que ella tiene admiradoras (y admiradores, clubes de fans) que la apoyarán incondicionalmente, sobretodo después de la futura boda con Peña Nieto y las votaciones para ganar la entrada a Los Pinos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Carta al joven escritor


Para J. Ordaz, por contarnos su tergiversada historia



Estimado Cosme:

Déjeme felicitarlo otra vez por sus maravillosos textos, no me he perdido uno sólo desde que los publica en esa importante revista virtual. Ah, también lo he seguido en los recientes blogs, el personal y los colectivos, y en el periódico donde colaboraba una vez al mes. Yo soy el que deja los comentarios chistosos y a veces sarcásticos. Creo que soy uno más de los hombres de mediana edad que navegan en Internet a horas de trabajo desde la oficina, donde dirijo una empresa de telecomunicaciones muy importante (perdón por no ser modesto).

Le confieso, señor Cosme, que cuando lo leo me imagino protagonista de sus historias: soy yo el que besa a la mujer más hermosa, quien sale victorioso de una pelea de cantina o el apostador más suertudo de la mesa. Me cuesta creer que todo le haya sucedido a usted, mi estimado, pero seguro habrá motivos para que así sea.



Hace seis meses estaban a punto de echarlo del departamento que renta, sinceramente es una pocilga. Lo supe por casualidad, señor Cosme, ese departamento me pertenece, lo mismo que muchos en diferentes colonias de la ciudad. Le dije al encargado que no lo echara a la calle, y entonces le dieron tres semanas para pagar lo acumulado. También pedí que omitieran el disgusto de algunos vecinos por las fiestas que usted organiza, donde corren el alcohol y las mujeres bellas (imagino que todas lo admiran por ser tan simpático, original y hasta cierto punto, atrevido).

El mes pasado, cuando fue vetado de la publicación mensual en el periódico, por destrozar con sus comentarios y calumnias respecto a drogas la vida de dos adolescentes (una de ellas es la hija menor de mi compadre), usted se fue a un bar, donde terminó en pleito con otro hombre. Cuando lo llevaron preso, yo impedí que lo golpearan en la cárcel. Se preguntará por qué, y es muy sencillo: me cae bien.

Cosme, usted es joven pero tampoco un adolescente. No debería escribir esas atrocidades de su ex esposa (que resulta ser mi sobrina, y con la que estuvo casado sólo por dos meses) porque podría meterse en serios problemas. Mientras yo vivía en Londres empecé a leer sus textos por petición de ella; me gustan, no he de negarlo, usted tiene encanto y gracia para hacer reír o reflexionar a alguien para quien el aburrimiento es una costumbre.

Frente a su departamento hay una camioneta verde con tres hombres, ellos lo cuidan para que ningún otro loco (que no sea yo) le haga daño. Recuerde que la Ciudad de México puede ser un lugar muy peligroso. Ah, no se preocupe por llamar a la policía, es inútil; mejor ocúpese en escribir y hacerme reír como siempre. No se asuste, querido Cosme, un hombre tan desvergonzado como usted, que evoca a mi sobrina cada vez que la misoginia se lo permite no debe tener miedo a alguien como yo, que sólo leo, analizo y decido la suerte de algunas personas.

Siempre dice que sueña con ganarse el Premio Herralde, el Alfaguara, Tusquets o cualquier otro que le dé mucho dinero y viajes por el mundo. Tranquilo, mi estimado Cosme, si se porta bien y sigue haciéndome reír tanto con su elocuencia (sin seguir metiendo a su ex esposa en esto) alguien importante le hará el favor de considerar sus textos. Yo le seguiré leyendo y comentando por Internet. Sé que le gusta mucho salir en pequeñas publicaciones y ser alabado por su club de fans (en el cual me incluyo), pues bien, eso es lo que hará el resto de su vida, joven escritor, aquí en la Ciudad de México o desde cualquier otro recoveco de la república.

Por favor, aproveche todos sus años de estudios de literatura (y lenguas), las charlas con importantes figuras de moda en las letras mexicanas, y uno que otro chisme en el ambiente bohemio.

Esperando seguir leyéndolo, le envío mis mejores deseos y un fuerte apretón de manos. Con afecto, su más grande admirador.