jueves, 23 de julio de 2009

Presupuesto cultural 2009



Las vacaciones que pasé en aquella ciudad fueron buenas, sobre todo porque visité a Horacio. El chico en cuestión me aventaja por dos años y está encaminado hacia las artes plásticas. Su piel clara, cuerpo delgado, cabello semi largo y barba desaliñada conforman lo que denomino “prototipo” (mamá dice “pandroso” con un tono de desaprobación por mis gustos). Siempre profeso inclinaciones hacia los prototipos.


Era abril y su ciudad es perfecta: no hay calor. Horacio necesitaba dinero, quería viajar a Granada para tomar un curso de tallado en materiales porosos y la beca del gobierno de su estado no le alcanzaba. Ojalá me hubiera pedido acompañarlo, tengo ganas de conocer Granada.


-Vamos al Departamento Estatal de Cultura- fue su única petición- quiero hablar con el director para exponerle mis ideas.


Nos dirigimos a dicha dependencia, un edificio moderno con cantidad de salitas y pasillos laberintosos donde cada cinco metros se erguía alguna escultura contemporánea. La idea de Horacio era que le prestaran una salita para condicionarla y montar su exposición, donde toda la obra estaría a la venta. Así podría darse a conocer y juntar lana para el viaje al que yo no estaba invitada.


-Sí, cómo no- dijo la secretaria de labios rojos-sólo que el “lic” está ocupado. Espérenlo ahí. Yo les aviso.


No tenía nada de malo esperar un par de horas a que dicho “lic” nos recibiera si Horacio, mi pandroso favorito, me platicaba sus planes en el Viejo Continente y tomaba mis manos para decir que eran perfectas para una pintora. Pasó media hora. Llegó a la antesala una señora a dejar sus catálogos de Avon y platicar chismes del “TV Notas” con la secretaria de labios rojos. Otra media hora. La de los catálogos se fue y llegó una que vendía zapatos. Chismearon a placer mientras la secretaria de labios rojos pasaba llamadas del conmutador a otras salitas como aquella. Quienes llamaban eran sus colegas de los Departamentos de Cultura de quién sabe qué ciudades o países, puesto que la subestimé, la de labios rojos hablaba perfectamente inglés y francés.


-Antes de que te vayas quiero darte una de mis obras- anunció mi prototipo Horacio- ojalá te guste. Se llama “La escritora del sur”.


Qué halago tener algo hecho por las manos de Horacio. Llevábamos hora y media cuando llegó una tercera mujer, esta iba a cobrar la tanda. Recibió el dinero, tachó algo en la libretita y se fue.


-Ustedes comprenderán, es quincena- se excusó la secretaria de labios rojos- ya mero sale el “conta” y pueden entrar a hablar con el “lic”.


Nos pusimos de pie cuando salió el dichoso “conta” y, como alma que lleva el diablo y sin decir con permiso, entró una exuberante mujer a la oficina del Director. Por el meneo y la forma de hablar, supimos que era cubana. Claro, ella tenía preferencia. Otra media hora sentados en la antesala, viendo a la secretaria de labios rojos comerse un Gansito. Delante nuestro pasó una adolescente, le sonrió a Horacio. Le lancé una mirada virulenta mientras entraba sin tocar a la oficina. Enseguida salió la cubana.


En resumen estuvimos sentados dos horas esperando al “lic” hasta que la secretaria de labios rojos nos pidió entrar. La chicuela jugaba en la computadora mientras el Director nos recibía.


Horacio expuso su petición y la adolescente lo observaba abobada.


-Me parece muy bien, joven, pero temo que no tenemos más presupuesto. Ya sabes que le recortaron a la cultura con aquello de las elecciones. Pero déjame tus datos y cuando podamos te llamamos.


-Pero papi- interrumpió la escuincla- es muy interesante lo que pide el joven.


Nos retiramos después de que él dejara sus datos.


Esa misma tarde Horacio me llamó. El Departamento de Cultura programó la exposición en una semana. Convocaron a los medios de comunicación de toda la ciudad e incluso le hicieron una entrevista en la televisión, a la cual lo acompañé. Horacio estaba muy emocionado. Al día siguiente de su exposición yo regresaría a Campeche. Llegamos al evento que fue en la sala de lujo del Departamento de Cultura. A Horacio lo abordaron los medios de comunicación y una que otra señora de la alta sociedad mientras yo bebía el vino del brindis.


La hija del “lic” no paraba de contemplarlo y elogiar su obra. Se vendieron casi todas las esculturas y Horacio era el centro de atención de quienes ahí estaban.


-Yo quiero esa, papi-dijo la chicuela.


-Lo siento- respondió Horacio- “La escritora del sur” no se vende. Ya está comprometida.
Sonreí a Horacio y cuando no se dio cuenta le saqué la lengua a la escuincla caprichosa.

7 comentarios:

  1. Diablos! odio admitirlo pero la escuincla babosa se lleva las palmas en esta historia... La hubieras matado... ntc xD Buena historia lau: final feliz y venganza :P :D

    Por cierto lau, hay por ahí perdido cierto "prototipo" del que vale la pena escribir un libro...

    Salu2!

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  2. Ganaste una batalla, no la guerra. Las hijas de los directores de cultura, mas temprano que tarde terminan ganando.

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  3. Laura...bip..bip..bip...hay cierta..bip..interferencia...bip..bip..pero... i just called...to say...que estoy comiendo Choco Crispis...bip..bip...biiiiiiiiiiiip

    Desde algún lugar de una galaxia

    Chincho

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  4. Angel: para la próxima juro que me mancharé las manos de rojo. Los prototipos siempre valen la pena.

    Rodrigo: Puedo pelearme más de una vez.

    Chincho: mientras no estés en la caprichosa Andrómeda, todo va bien. Saludos.

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  5. QUé hace ese hombre barbudo encabezando tu post???? (Mejor hubieras puesto una foto de las cubanas del ICC).

    (Haz un relato de tu viaje a Querétaro....)

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  6. ¿Qué tu viaje no fue a ]San Miguel Guanajuato?

    Mussgo

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  7. Pero tengo la facilidad de desplazarme de ciudad sin que los demás se enteren.

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