miércoles, 17 de junio de 2009

Maestra sustituta

Para Luz... la nueva graduada


Cuando la gente me pregunta en qué me emplearé cuando termine la licenciatura en literatura les respondo que quizá dando clase para no ahogarlos con respuestas pretenciosas de las que ya estoy un tanto harta. Secretamente le guardo un poco de miedo a la docencia: no es lo mismo pararse delante del grupo de compañeros a exponer un tema que estar frente a los estudiantes en calidad de maestra.



Hay una historia de vida que no olvido y he contado un par de veces cuando los pleitos con maestros salen a colación. Estudiaba segundo año de primaria, era invierno en un pueblito muy frío, estábamos como a 5 o 7ºC y faltaba poco para la hora de recreo. La maestra era gorda y mal encarada, desde que entré al curso me tenía de encargo regañándome a diestra y siniestra; no recuerdo su nombre así que le pondré Esther. Esa mañana Esther no me dejó salir a desayunar, dijo que debía quedarme haciendo planas y multiplicaciones en lugar de tomar mi chocolate calientito en la cooperativa.



Tía Margot daba quinto grado en la misma primaria y siempre desayunábamos juntas. Pasaban los minutos y no veía aparecer a su sobrina, se estaba acabando el chocolate y parecía enfriar más la mañana. Pasando por el otro lado de la cancha asechó el salón de segundo: su sobrinita lloraba de hambre y Esther se pintaba las uñas de un rojo carmín que no iba con su fealdad. El resto de los niños recortaban para un mugroso periódico mural.



-Me llevo a la niña- dijo tía Margot furiosa- es una barbaridad tenerlos encerrados, tienen hambre y hay frío. Ahorita paso un reporte a la dirección.



Esther se levantó, colocó su corpulencia delante de la puerta y se negó a que me sacaran del salón. Los demás niños se pusieron a llorar, yo tuve miedo porque se veía tan grande y tía Margot muy pequeña pero le sostuvo la mirada para defenderme. En las ventanas se amontonaron varios alumnos que correteaban en el jardín y un par de maestros pidiendo a ambas docentes calmarse. Esther gritaba, tenía una voz horrible, decía que estaba en libertad de dejarme encerrada cuando quisiera porque era una fastidiosa – que sacaba dieces, claro está, pero eso no lo dijo- y nadie se entrometería.



Cuando creí que Esther desbarataría a tía Margot de un golpe, esta la hirió en lo más profundo, le habló de la mala reputación que ostentaba y por qué la habían corrido de una escuela religiosa.
Tía ganó la batalla y lo celebramos calmando mis lágrimas con un chocolate calientito.



-Esto no se queda así, Margot- dijo la gorda a la salida- y tu sobrinita ya verá lo que le espera cuando crezca. Ojalá sea maestra la chamaquita esa.



El día llegó, la maldición de Esther podría cumplirse en cualquier momento pero a diferencia de ella, yo no era una gorda maldosa y amargada que se desquitaba con los alumnos.



Las prácticas me tocaron en la primaria de una colonia popular, en la cima de un cerro al que tardé casi una hora para llegar en urbano.



-Este será su salón, señorita- informó la directora del plantel- Segundo grado grupo “B”. Los niños no son malos, sólo traviesos, hay que tenerles paciencia pero puede utilizar la tabla si se salen de control.



He ahí treinta y cinco chicuelos mirándome con sus ojos de plato, uno me abrazó el trasero y quería que lo cargara, otra niña me llevó una paleta y a lo lejos escuché un grito de “piernuda” que no supe de qué boca salió. Los primeros treinta minutos fueron eternos, casi me pongo a rezar cuando le vi la mano a un pequeño monstruito, la tenía atravesada por diez alfileres porque su compañero de pupitre le daría cinco pesos. Una niña quemó los cordones de su zapato con un encendedor que llevaba en la lapicera y una más se orinó. Entre faquires, pirómanos y niños wixones estaba a punto de perder la paciencia y cordura, nadie me hizo caso cuando leí las mejores fábulas de Esopo para un ejercicio de coordinación lectora. Tuve que recurrir al ingenio.
En realidad no fue el ingenio, sino llamar de mi celular a larga distancia a tía Margot pidiéndole auxilio en la cúspide de la locura.



-Señorita Baeza, ha hecho usted un excelente trabajo- felicitó la directora en punto de la una de la tarde- El segundo “B” es el peor grupo, que Dios me perdone pero los niños y hasta las niñas son tremendos. ¿Cómo le hizo, maestra?



-Gracias, directora. En verdad estos niños tienen mucha pila, no son malos, sólo inquietos. Ya me estaban desesperando y les conté la historia de una maestra de segundo año muy mala que amarraba a los alumnos si no se calmaban y les pegaba como piñata hasta cansarse. Les dije que la maestra se llamaba Laura y estudiaba literatura en la universidad, que siempre usaba una blusa blanca y entró de sustituta de la maestra Lilia a la primaria de la colonia Chichimeca.

11 comentarios:

  1. Que carajos.Yo no podrìa ser maestro.De niños no tengo paciencia. Hoy en día son unos diablos.

    A nivel licenciatura...mm.menos, sería elmas culero y cabrón de todos. Mejor ni me meto.

    Mussgo

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  2. yo tambien pase por eso, en alguna ocasion fui maestro prostituto*. el profe al que fui a sustituir tenia una barita llamada "panchito" y hacia amenazas a los niños pronunciando ese nombre.

    sustituto*

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  3. Mussgo: yo no recuerdo si en mi época éramos tan terribles como esos niños pero estoy segura que nos dábamos un entre. La ventaja de ser profe de licenciatura es que puedes salir a beber con tus alumnos sin ir al bote (creo).


    Killer: por qué los aterrorizaba "panchito"? la prostitución* también se ha dado en el magisterio.
    sustitución*

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  4. Maestro?: Nel. Para menores de edad es demasiado trabajo, para mayores de edad es demasiada tentación.

    (Mejor: ser de nuevo alumno)

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  5. Bien dicho, es mejor volver a los años maravillosos siendo un chingón golpeado por la vida.

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  6. Para empezar felicidades a Luz, un abrazo y congratuleishons.

    Pues qué puedo decir... sino recordar más bien que cuando llegamos a esa bendita escuela los chamacos se peleaban porque tu les dieras clase y todos señalaban a la "señora" de blanco jajajaja. =P Uhh cuando llegaste al salón se pusieron a saltar los escuincles jajaja. Yo elegí sexto, según por creerlos ya mayores y con facultad de entendimiento... La que carece de esa facultad soy yo!! Lástima que a mi no se me ocurrió una historia como la tuya, de cualquier modo no la hubieran creido. Tuvimos enfrentamientos físicos :S Solo demostrando que era más fuerte que ellos pude al fin dominarlos. Tuve que golpear paredes, quien hiciera vibrar más el salón ganaba, y aplicar un par de llaves a dos cuellos. Gané, por supuesto :S y en recuerdo a mi proeza la mano me dolió más o menos un mes... jajaja solo espero que nadie me demande... =S Nos vemos Lau!

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  7. Angel: imposible olvidar la experiencia en la colonia Chichimeca y cómo esos pequeños monstruitos me miraban con ojos de Bambi, me sentí la maestra Jimena, toda una señora de uniforme escolar.

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  8. HOLA LAURITA JEJEJE ESTA GENIAL LA HISTORITITA JEJEJE MAGNIFICA ME ENCANTO :) JEJEJE HAY ME PASAS MAS JEJE ME ENCANTA LEER TUSHISTORIAS!! SALE PSS CUIDATE TKM NOLO OLVIDES :) BESOTES!!!



    crisne!!!

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  9. Laura:

    Yo no recuerdo con cariño a ningún maestro, pero sí algunos libros y autores. Aunque sólo estudié la prepa y jugué mucho fut, hoy que leo tu texto recuerdo que lo mejor de ir a la escuela es enamorarse de la misma chica y tener una banda de rock para escribirle canciones a la misma chica...guao, qué tiempos

    Saludos desde el Parque de la Marimba

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  10. Yo recuerdo haberme enamorado mucho, así como hoy.

    aunque hay muchos maestros que me odien por poner en juego su sueldo.

    Saludos desde la terminal de ADO

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  11. Hey! Por qué Esther? na na na... no te lo perdono, ¿a poco es un nombre tan feo?
    Chispas Eduardo... yo si espero ser maestra algún día y vengarme con los hijos de mis maestros malos. Claro a nivel licenciatura, muy pequeños me matarían. ¿Tentación? no creo.

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